lunes, 18 de abril de 2011

UN DESEO

Cuando era pequeña y aún creía en la magia de los deseos, la única manera de cumplir uno era pedirlo al soplar la vela en tu cumpleaños o pasarte horas mirando al cielo, esperando ver caer una estrella fugaz.
También estaba lo de tirar una moneda a un pozo, si encontrabas uno, pero normalmente la moneda debías pedírsela a tu madre o padre, y no era cuestión de dar explicaciones: una por si no se cumplía y otra por si te caía un pescozón.
Con lo cual el tema de los deseos estaba un poco limitado.
Ayer un amigo me hizo la siguiente pregunta:
-         Si pudieras desear algo para ti, no la paz mundial ni la salud para los tuyos, no.
Algo solo para ti, un capricho, ¿qué pedirías?
Lo pensé bien, y al final dije:
-         Me gustaría al menos una vez cada día tener un motivo para dar las gracias.
Mi amigo me pidió que cerrara los ojos para pedir el deseo y me dijo:
-         Estás preciosa con los ojos cerrados
Sonreí abriéndolos y dije:
-         Gracias.
-         ¿Ves? Ya ha empezado a cumplirse tu deseo.
Ya sé que podía haber pedido algo material y habría sido imposible de cumplir, pero a pesar de lo fácil que parece cumplir mi deseo, normalmente no lo hacemos.
A menudo no nos damos cuenta de que hay más de un motivo para agradecer nuestro paso por la vida.
El optimismo tiene generalmente un efecto boomerang, las sonrisas son contagiosas y el placer de recibirlas supera con creces la intensidad de cada pensamiento de autocompasión.
Voy a vivir cumpliendo mi deseo.
¿Y tú?...pídete uno, te invito.