domingo, 21 de octubre de 2012

HUMO

No avisó, me llegó de repente, me rendí.
Era humo cálido que respiré porque salía de tus manos.
No hubo discursos, no promesas, no expectativas.
Fue fácil dejarse llevar, era sólo humo, pura ilusión de mago aficionado, pude ver tus trucos bajo la manga...no me importó, quería más y lo tuve.
Sentí tus manos en las mías guiándolas, guiándote, fue como si ya lo hubieras hecho antes...sobre mi. Respiramos humo, tan cálido, tan intenso...nos dejamos envolver por el deseo, sentimos la piel a través de nuestras palabras...tan sólo era un juego...y hubo un instante, como un destello, que fue algo más.
Me entregué como el agua a la arena pero tú no estabas aquí, yo no estaba allí.
A veces es duro estar en las sombras pero el humo que respiré contigo me hacía tirar hacia delante y...tiré...tiré...tiré con los ojos cerrados para no ver que aunque parezca una locura, te veía.

Un humo de cristal a punto de estallar.

Y tú...tan lejos que no puedes oírme cuando te nombro, tan cerca que tus ojos se abren cuando despierto.
 Deja que me envuelva tu abrazo ahumado una última vez para que pueda pensar en ti mañana.

En la despedida, el silencio en el que habitas...duele a pesar de todo.

jueves, 19 de julio de 2012

Nuevas tecnologías

El sonido de la alarma del móvil me llegaba desde la lejanía, pero lo tenía programado para que aumentara su volumen progresivamente, así que no podía ignorarlo más. La noche anterior me había quedado chateando con mi amiga francesa hasta casi las dos de la madrugada. Apenas había dormido cinco horas...uff...me sentía incapaz de sacar un pie de la cama. Me vino a la memoria aquél colchón de lana que tenía mi abuela en el pueblo en el que te hundías y del que a veces me tenía que recatar mi madre al día siguiente, nada que ver con mi maravilloso colchón mezcla de látex y bambú...mmmm...qué pereza... Sin duda el aroma del café me despejaría. Hoy sería mejor que pusiera en la cafetera un cápsula de café zaazar, que lo anunciaban como el más intenso, a saber de qué estaba hecho, ni siquiera sabía lo que había dentro de la capsulita. Mientras desayunaba leí la prensa en internet, nada nuevo, prima de riesgo, rescate, crisis...desde mi correo electrónico concerté una reunión con mi equipo de trabajo y agendé para la tarde una web conference con el director regional. Cerré el portátil, conecté la alarma y salí pitando hacia el trabajo. Ya en el coche activé el bluetooth para llamar al restaurante que había junto a la oficina y reservar una mesa. Había quedado en comer con Salva, lo había conocido en una página de contactos, de esas en que eliges el perfil de la persona con quien te gustaría tener una relación. Reunía todos los requisitos que buscaba, pero estaba algo nerviosa, ¿sería realmente como yo lo imaginaba?. Era la primera vez que utilizaba este servicio, no lo habría hecho de haber tenido tiempo suficiente para conocer a alguien de la manera tradicional. Pero, ¿cuál era la manera tradicional? ¿cómo eran las cosas hacía apenas veinte años? Todo había cambiado muy deprisa, tanto que no éramos conscientes de ello, seguíamos pensando que la tecnología era cosa del futuro, pero el futuro ya está aquí, ya lo decía Santiago Auserón. El parpadeo intermitente del semáforo y el cláxon del coche que tenía detrás me sacaron de mi reflexión. Si no me daba prisa llegaría tarde al trabajo, y cinco minutos de retraso podían hacer que toda mi agenda se volviera loca; mientras llegaba repasaría mentalmente el planing del día...

Nota: cualquier parecido con la realidad, es pura realidad.

miércoles, 18 de julio de 2012

Perfume

Marta era una mujer de unos sesenta años, delgada y simpática.
Parecía tener la marca de todo lo vivido grabada en cada profunda arruga de su rostro, en contraste con su eterna sonrisa. La conocí en una clase de cerámica, esas cosas a las que a veces te apuntas por huir de algo…la soledad, el estrés…o simplemente para alargar tu vuelta a casa.
Congeniamos en seguida, me gustaba escucharla, tenía una forma de contar su vida que parecía encerrar siempre moraleja. Conversábamos siempre junto al torno, antes de empezar a moldear.
 Un vez me dijo: “En nuestra mente a menudo forjamos decisiones que después no somos capaces de llevar a cabo. Vamos dilatando en el tiempo dar ese paso con excusas que ni nosotros creemos pero que nos sirven para cerrar los ojos y dar la espalda a la responsabilidad que conlleva la decisión. Un buen día, sin premeditación te cruzas en tu camino con el detonante que hará que todo tu mundo se vuelva del revés, y que algo que has ido postergando, de pronto se produce de la manera más natural. Eso me ocurrió hace años,  sentada  en la estación de tren viendo la marea de gente pasar.
 En ocasiones me gustaba ir a la estación, me sentaba en un banco a observar a los viajeros, imaginaba sus vidas, los motivos de sus viajes, sus conversaciones…otros leen libros. Permanecía invisible para los demás, era como observarles a través de la pantalla de un televisor. Hasta que un día ocurrió algo inesperado: me sentí observada. Por lo visto alguien más tenía esa manera de pasar el tiempo. Al otro lado del andén un hombre sentado en un banco frente al mí no dejaba de mirarme. Se acercó a donde yo estaba, estrechó mi mano a modo de saludo y me contó que hacía tiempo que me veía por la estación. Se sentó a mi lado y su perfume nos envolvió a los dos, era una sensación agradable.
 No sé el tiempo que pasamos hablando, riendo y mirándonos a los ojos antes de decirnos nuestros nombres. El resto lo recuerdo como en un sueño, acabamos en la habitación de un hotel cercano. Y te aseguro niña que hice el amor como no lo había hecho en mi vida.
 Nos  abrazamos  en una caricia que parecía no tener  final, sin dejar un resquicio de espacio entre nosotros, de tal manera que no sabíamos donde acababa nuestra piel y dónde empezaba la piel del otro. El tacto de sus dedos encendía a su paso mi sensibilidad, como una corriente de fuego abrasadora, su sabor salado y excitante permanecía en mis labios, aspiraba su perfume y lo exhalaba por mis poros. Permanecimos así abrazados hasta que empezó a anochecer y los dos supimos que había llegado la hora de irme.
 No lo habíamos planeado, no medimos las consecuencias… Durante el camino de regreso a casa el aroma de su piel me acompañó,  fue lo que me dio fuerza para llenar mi maleta de lo imprescindible y dejar la nota de despedida.
Me fui sin mirar atrás, me despojé del miedo y la rabia y los dejé como a un vestido viejo en el cesto de la ropa sucia,  dejé de ser la muñeca rota en la que me había convertido y me lancé a la vida sin paracaídas y sin saber donde iba a aterrizar. Atrás quedó una vida insana, ahora soy una persona diferente, soy yo. No volvimos a vernos, pero hay noches en las que el viento entra por mi ventana  me trae el aroma de su perfume, el aroma de un pasado que no ha de volver.”
Marta me miró a los ojos como si esperara un comentario por mi parte, pero antes de que pudiera hablar, apartó su mirada y volvió al torno de cerámica con un tozo de arcilla entre las manos.
 Me quedé intentando extraer todo el jugo de esa conversación y pensando en cuántas decisiones tomaría ese día sin postergarlo más.

Campo

El rocío de la mañana se adhiere al cristal de la ventana, me envuelvo en la manta y la abro de par en par, aspirando el aire limpio y gélido que trae aroma de tierra escarchada.
Te veo jugar con los perros, te oigo reir, te vuelves buscándome con la mirada y sonríes.
 Cuando ayer me recogiste en el trabajo, me dijiste que tenías una sorpresa para mí y me trajiste a esta vieja casona de piedra en mitad del campo.
Esto es lo más parecido a la felicidad que puedo recordar haber vivido, cierro los ojos y retengo esa sensación, pues seguramente es pasajera.
Voy a tu encuentro, cogeremos setas, pasearemos bajo los chopos, encenderemos la chimenea y beberemos vino mirando el fuego. Nos amaremos como si fuera la primera vez y nos abrazaremos como si fuera la última. ¿Quién sabe lo que pasará mañana?
Sólo hay una cosa cierta: aunque no muera por ti, la vida es mucho más bella cuando estoy contigo.

Mentiras que parecían verdades

Mientes,
destruyes mi confianza
porque prometes lo que no sientes,
¿quién lo quiere?

No te inventes,
no me construyas un palacio,
no me corones tu princesa.
Mientes, y me pierdes
porque realizas mis sueños
sin saber si son los tuyos,
no quiero espejos,
quiero verdades como puños.
Mientes,
te miro a los ojos
y no se quién eres.

Te ocultas tras mundos perfectos
¿quién los quiere?

Necesito una mano
que tome la mía abiertamente,
necesito palabras
claras y transparentes.

No renuncio a los mañanas
pero quiero presentes, y mientes.

Sigues mintiendo
no logro entenderlo.
Soy lo que ves, sin trucos,
es lo que ofrezco.
No prometo nada,
no firmo contratos,
voy de frente.

No echaré cuentas
de los besos que me debes
¿quién los quiere si me mientes?

domingo, 15 de abril de 2012

Abriendo ventanas

La princesa  está triste, qué tendrá la princesa…

Construyó un castillo a su medida, con fuertes medidas de seguridad, doble cerradura en el puente levadizo y foso de malas experiencias que ahuyentaban a los príncipes novatos.

Se ciñó la espada a la cintura y se sentó en su trono con dosel.

Pasaron los días y se acostumbró al silencio, lo agradecía, el ruido de fuera la incomodaba.  

Si había algo interesante al otro lado, ya lo había vivido.

Un día se acercó a la ventana, sin abrirla y contempló el sol anaranjado ocultarse en el horizonte, tan bello. Se quedó hasta verlo desaparecer.

Los suspiros se escaparon de su boca de fresa, pero dejó caer la noche a su espalda y se retiró a sus aposentos para dormir un sueño sin sueños.

La tarde del día siguiente quiso ver de nuevo el atardecer, el sol languideciendo en un último estallido de color dejando  paso a la oscuridad. Le entristecía saber que había un final para tanta belleza pero se acercó a la ventana y la abrió. Un viento cálido y con aromas de tierra mojada la envolvió. Necesitaba más.

Bajó el puente levadizo acorazado y con doble cerradura, atravesó sin mirar el foso, abrió los brazos y se dejó inundar de sensaciones.

Al abrir los ojos lo vio frente a ella, por primera vez.

Sobre su blanco corcel  mirándola y esperando una señal para acercarse.

Embriagada de sensaciones le dejó entrar en su castillo.

Al  alba, se sentó junto a la ventana de su alcoba, la abrió y sonriendo contempló el amanecer, tan bello.





miércoles, 1 de febrero de 2012

Cerrando puertas

Mis manos ya no acarician las tuyas,

mis ojos  no se reflejan en tu pupila,

mis labios ya no beben de tus labios

mi cuerpo ya no se estremece..¿estaré viva?

Siempre te busqué y nunca te tuve

tan solo en instantes fugaces que ya se han ido

Me duele tanto no verte como hablarte

por eso no contesto a tus llamadas

por eso quemé tus fotos, las mías.

Si lo pienso bien no es tan malo

librarme de tus abrazos que me condenan.

Hay algo bueno en esta distancia,

que ya no podré estar peor que ahora

porque aquella que fui se quedó contigo.

A veces la vida te supera

y en la lucha te abandonas rendida

porque ya no hay fuerza ni valor en el duelo,

solo intentas sobrevivir aun sin honores

no es por valentía, es por necesidad.