Siempre había vivido sólo a pesar de haber tenido pareja durante algunos años y no echaba de menos compartir su vida con nadie. Creía que su manera de vivir era perfecta, creía que la convivencia acababa con la pareja y defendía de manera vehemente su independencia. Su casa estaba llena de incomodidades a su medida, desprovista de todo aquello que no fuera estrictamente necesario.
No sabía que Laura, su compañera de trabajo estaba enamorada de él, que soñaba con noches de pasión a la orilla del mar, con paseos bajo el sol colgada de su brazo. Laura era dulce, risueña, imaginativa e inteligente pero Eloy tampoco lo sabía. De haberlo sabido habría aceptado acompañarla a la cena que había organizado la empresa hacía dos semanas, habría visto sus ojos iluminarse al mirarle, habría saboreado sus besos al acompañarla a casa, habría comprobado la suavidad de su piel. Pero Eloy no solía ir a cenas de empresa, a no ser que fuera… estrictamente necesario.