miércoles, 18 de julio de 2012

Campo

El rocío de la mañana se adhiere al cristal de la ventana, me envuelvo en la manta y la abro de par en par, aspirando el aire limpio y gélido que trae aroma de tierra escarchada.
Te veo jugar con los perros, te oigo reir, te vuelves buscándome con la mirada y sonríes.
 Cuando ayer me recogiste en el trabajo, me dijiste que tenías una sorpresa para mí y me trajiste a esta vieja casona de piedra en mitad del campo.
Esto es lo más parecido a la felicidad que puedo recordar haber vivido, cierro los ojos y retengo esa sensación, pues seguramente es pasajera.
Voy a tu encuentro, cogeremos setas, pasearemos bajo los chopos, encenderemos la chimenea y beberemos vino mirando el fuego. Nos amaremos como si fuera la primera vez y nos abrazaremos como si fuera la última. ¿Quién sabe lo que pasará mañana?
Sólo hay una cosa cierta: aunque no muera por ti, la vida es mucho más bella cuando estoy contigo.

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